viernes, 26 de junio de 2009

Camilo


La tarde era tibia y del cielo prendían diminutos pero enceguecedores astros que de a poco se hacían compañía en la eterna sábana grisácea que cubría la ciudad.
Margarita decidió escapar a sus problemas en casa, escapar del poco entendimiento de su novio, decidió irse lejos...¿pero dónde?

De su ventana se veía el cerro Santa Lucía, y sin pensarlo dos veces agarró las llaves de la casa y partió caminando firmemente hacia la salida del departamento. Nadie notó su salida y ella se encaminó, cruzando la Alamenda, al cerro.

Su destino: la cima, compañía: ninguna, objetivo: alejarse lo más posible. Subió cada peldaño con cansancio de subir el siguiente, dejó atrás de alguna manera sus problemas y se concentró en su objetivo.
Decidió hacer un pequeño descanso en la terraza Caupolicán para guardar aliento necesario para alcanzar la cumbre. Como se hacía de noche, los detalles no ocupaban su mente, solo se percataba de las cosas obvias y fáciles de divisar.

Colocó una moneda en el visor y contempló su departamento desde lo alto. Vio que la luz estaba encendida pero no había nadie adentro.
Se acabó el tiempo, y del visor se borró el reflejo de las luces de la ciudad. Apenada de lo fugaz del momento, se dio media vuelta y, con la mirada cabizbaja, se preparó para seguir subiendo los escalones, pero algo la detuvo.

Aplastado pero aún mojado, yacía un condón en el suelo. Margarita lo miró anonadada y no pudo quitarle los ojos de encima. Obviamente no lo recogió, pero el solo hecho de verlo cambió su destino del paseo. No llegaría a la cima, no tenía sentido.

Vio el condón, y automáticamente pensó en sus problemas que ella creía que había dejado atrás, todo se le revolvió y se tocó el abdomen. Pensó en el hombre que lo puedo haber arrojado desinteresadamente. ¿Cómo era posible que en el suelo se hayan secado más de 500 potenciales vidas así como así? ¿Cómo era posible que dentro de Margarita se albergara una vida y que su novio deseara que este bebé se secara así como lo que había encontrado en el suelo esa tarde?

La cara de Margarita cada segundo se desfiguraba más. Así cayó la noche, y no lograba ni siquiera ver sus propias manos de lo negro que estaba todo.

Este paseo la verdad nunca tuvo sentido, había querido escapar de todo, pero lo único que hizo fue mojar lo que se secaba. Pero algo sacó en limpio esa tarde, supo que tendría a ese bebé aunque fuera lo último que hiciera, sola o acompañada, pero no permitiría que sus ilusiones se secaran en el suelo helado de un cerro desolado, como lo hacían las ilusiones de muchas parejas.

Cansada, volvió a casa. No había nadie, se acostó en la cama, apagó la luz y cerró los ojos. Sonó el teléfono. Contestó. Una voz le decía: -¿Se puede llamar Camilo?, quiero que se llame igual que yo, su padre-
(La cara de Margarita se iluminó en una sonrisa)

viernes, 19 de junio de 2009

Sensación


Quisiera compartir con ustedes una especie de sueño. ¿Por qué dirá una "especie de sueño"? se preguntarán, bueno porque la verdad es la pura esencia del sueño, no alcanza a serlo.

Últimamente me he sentido muy agotada mentalmente, y no porque los ajetreos diarios ni los estudios menores me colmen el "mate", sino por razones que desconozco.

Y eso me ha impedido poder concentrarme en muchas cosas que requieren de mi entera disposición y entrega, cosas que no debería dejar de lado, pero el cuerpo es más fuerte, y no sabes en qué momento dejaste de hacerlas.
Te pasan la cuenta luego de un tiempo, y te preguntas ¿por qué dejé que pasaran?, pero mientras te haces esa pregunta, has dejado de hacer otras cosas que "debes" hacer. Bueno, así suma y sigue.

Me he sentido cansada entonces, por causas que no conozco. Por ello, he recurrido al placer más grande existente en el planeta tierra: dormir. Obvio, si no tienes otra cosa que hacer en días de lluvia y fríos insostenibles, duermes.
Si nadie te ha invitado a fiestas, duermes. Si nadie te manda un mensaje por el chat, duermes. La acción final a cada aburrimiento es una y común: duermes.
Y es así como derrepente llegaste a tu cama, te tapas con lo primero que encuentras por ahí, recuestas tu pesada cabeza sobre la almohada, cierras los ojos...y...no puedes dormir.
Lo poco y nada que ha pasado en el día, lo repasas una y otra vez ante tus ojos, piensas quinientas veces lo que ya pensaste otras mil, y así tu cerebro no para de trabajar en cosas que no tienen sentido, trabajar para nadie, pero al fin... trabajar.

Nadie sabe cómo, te dormiste. Y esa fue tu perdición, permitiste que entrara ese bichito que no te deja despegar los ojos en unas cuantas horas, pero que le agradeces secretamente que te permita el sueño.
Pero...¿qué estoy soñando? nada...
La pura y santa verdad...no es que se te haya olvidado el sueño, ni que una parte de tu cerebro omita ese estado, sino que lo único que hiciste fue soñar NADA.

"De la nada sale el todo, y el todo se hace nada" ¿qué importa? Dormiste y te sientes espléndidamente descansado una vez que terminas de soñar y abres los ojos. Ves que afuera ya cae la noche, y en pocas horas tendrás que repetir la acción...dormirás...hasta que en la ventana se asome el sol...
Como dije, ¡no soñé nada! y aún así no paro de pensar y tratar de recordar en vano lo que soñé. ¿Para qué darle más vueltas? no soñaste nada...no pienses en el bendito sueño.

Y ahora si, dices que te pondrás a laborar. Sí, ya es tiempo que tus neuronas hagan algo más productivo que descansar, ponlas a hacer ejercicio. Te "embalas", comienzas a entender la materia que yace en el cuaderno, sin vida...y................................¡ESPERA!...te acordaste de lo que soñaste...

Soñabas que soñabas...

lunes, 15 de junio de 2009

Volver a nacer


Cuánto me gustaría volver a nacer.
Ver la cara de asombro de mis padres dándome la bienvenida a este mundo.
Sentirme presente.
Sentir que ahora formo parte de este mundo, tener conciencia de ello.
Que todos me miren con ojos de amor, y hablen un idioma que no conozco, pero que extrañamente comprendo.
Solo recostarme en el pecho de mi madre, sentir su latido y saber que estoy en casa.
Abrir mis ojos y solo distinguir colores, no formas, ver sombras pero no maldades.
Sentirme rodeada de ángeles, que intento tocar, pero mis manos se cierran en nada, aprietan el dedo pulgar de papá cada vez más fuerte.

Quisiera volver a ver todo por primera vez, aunque sea vivir la misma vida que he vivido hasta el momento, pero volver a detenerme en las cosas de las que no me percaté. Quisiera ser inocente y no saber que me hacen daño, y menos sentir que lo hago yo.
Volver a sentirme unida sin necesidad de palabras, sentir que aprendo nuevamente...sentirme nueva.

martes, 2 de junio de 2009

El último adiós, el único


Una tarde de eterno frío nos encontramos aquí. Si...ya sé que es un lugar muy común, lleno de gente, realidades que se mezclan en murmullos, intimidades que se cuentan a gritos.
Pero es aquí donde te quiero ver junto a mí, en el mismo banco donde te vi por primera vez, donde nos conocimos, me senté a tu lado, te pedí un cigarro, y como en las películas comenzamos a conversar. De ti, de mí, de toda la gente que veíamos desde allí.
Quise reencontrarme contigo, porque sé que nos debemos mutuamente. Sé que aunque haya sido una vez la que intercambiamos palabras, significó un mundo para mí.

Créelo o no, he venido todos los martes desde esa fecha, con la esperanza de volverte a ver, pero el miedo de ver que compartías el banco con otra persona, mataba mis ilusiones y me regresaba a casa.
Había veces en las que me acercaba a las mesitas de las señoras del tarot...¿recuerdas?, a las que bromeando preguntamos nuestro futuro, entre risas burlonas y escepticismo latente. Me acercaba para ver si las cartas me decían dónde estabas, pero nuestra señora, por lo que me sé, por cosas del destino, y que las cartas no pudieron avecinar, falleció...y nadie ha ocupado su lugar.

Quiero que nos volvamos a ver, aunque nuestro banco no está donde mismo, a diez pasos hacia el oriente desde la pileta central. Lo cambiaron, ahora está a tres pasos de ella hacia el oriente. O quizás, esté donde antes pero, como ahora estoy más grande, mis pisadas se reducen a menos de la mitad.
¡Ay! pero, ¿de qué carajo estoy hablando? Es irrelevante dónde nos sentamos. Lo que realmente me importa, lo que me quita el sueño, lo que veo todos los martes a eso de las 7 pm., lo que no dejo de recordar cuando vengo, es eso. Si. Sé que te acuerdas de lo mismo que yo.

La palmera...¡si! La misma que tratamos abrazar más de una vez, y no nos daban los brazos. La palmera que daba sombra en nuestras cabezas, aunque en el cielo la aparición del sol fuera un sueño utópico, la palmera cuyo tronco parecía eterno, pero antes de serlo estallaba en un verde opacado por las nubes en el cielo, en una celebración similar a un año nuevo.
Bueno, o por lo menos esos rollos nos pasamos. No sé qué me habrás dado de fumar, pero confundo estos pensamientos filosóficos con algo llamado amor.

Es que así, sin más...estábamos juntos, pero a la vez tan solitarios cada uno. Quizás eso nos llevó a la conversa, quizás la idea de que jamás nos veríamos de nuevo en este lugar nos llevó a contarnos la vida entera corazón.
No quisiera decirte esto, pero nuestras iniciales talladas en la palmera pasaron de ser un juego para mí. Son ahora la razón de mi locura, la razón de mi desesperación por encontrarte aquí.
¿Cómo fuimos tan estúpidos de ni siquiera darnos los teléfonos al partir? Yo creo, que en el apuro, todo se tornaba apocalíptico.

Quiero comentarte cuando te vea, que esa insignificante acción de tatuarlas en la palmera de una de las plazas de Santiago más concurridas, ha sido mi delirio. Porque jamás pensé que cada pareja que ha tenido la misma historia que nosotros, la haya patentado como muestra de "su" amor. Se la dediquen a la otra persona, sin pensar que para nosotros su inscripción significó más que todo.

Bueno, te dejo esta carta aquí para decirte que mañana martes, no vendré...ni tampoco los martes que le siguen a este. Esta es mi despedida, lo siento, te busqué y no llegaste, pero así como lo tallado en la madera no se borra, tampoco se borrará de mi corazón.

Te amo, adiós