sábado, 21 de febrero de 2009

Cuando la confianza es tan grande, que terminas pagando por no desconfiar


La ventanilla de la cocina entreabierta por el calor de una noche de verano. Se abre el resto, despacio, ningún ruido, todo sigilosamente.
Un pie después del otro entra a la habitación.
Zapatos al parecer sin rastros de suciedad caminan por las baldosas.
Pero no son dos pies, sino el doble. Son dos individuos, porque claro está: por sí solos no podrían haber subido por la ventana, era necesario un "partner" para ejecutar la maniobra.

A mano izquierda, sobre el secado de loza, yace sin vida un victorinox recién adquirido en un viaje a Suiza, que clama por ser tomado para realizar la misma acción de todos los días por la mañana, partir el pan para acompañar el desayuno. Pero en esta ocasión no cumplió el mismo rol, sino que fue tomado por manos ajenas, manos que buscaban el refugio tras este deslumbrante objeto, en caso que se atentara contra su vida.

Solo uno de ellos se dedicó a realizar el hurto. El otro, solo vigilaba atento.

Si existieran escuelas técnicas para este tipo de profesión, de seguro que ellos no habrían sido alumnos estrella, pero si grandes estudiosos de la técnica.
Sobre la mesa, la cartera de mamá. Abierta completamente decía a viva voz: "Vengan y tomen lo que deseen".
Y así lo hicieron, ni que fueran estúpidos. Fue lo primero que se cogió, y seguramente lo más fácil de transportar, viendo que nada más podrían llevarse de ese cuarto, porque realmente no había nada más de valor, se detuvo en el umbral que lo guiaba al living, algo no lo dejaba continuar.

Allí, en la oscuridad tintineaba una pequeñita luz azul. Se aseguraba que no habían moros en la costa cuando derrepente, a su derecha se veía la puerta entreabierta del dormitorio principal. Debían actuar rápido, lo más silencioso posible, recoger esa luz tintineante que al parecer era la laptop de papá, y marcharse. No había tiempo que perder.

Se reunieron ambos en el lugar de inicio, salieron como entraron, botando fuera de la casa el victorinox ahora inservible. El sol salía, se marcharon corriendo sin los molestos perros, los habían dormido por unas horas. Esparcían por el pasto, lo innecesario de la cartera, y no quedó rastro más de ellos.

Nosotros, dormíamos. La mañana era inminente. El sol ardía desde temprano, deseándole a mamá un feliz cumpleaños.
¡Oh sorpresa! nada permanecía en su lugar. Parece que la confianza, nos pasó la cuenta.



lunes, 16 de febrero de 2009

Confianza


A mis 18 años de edad, aún no logro poner en práctica la definición conocida por el mundo entero de la Confianza: "Esperanza firme que se tiene de alguien o algo" (www.rae.es)

Y no me refiero únicamente a la confianza que uno deposita en la otra persona, o en un grupo de gente, entidades políticas, etc. Sino que la confianza en uno mismo.
Y es que he escuchado tantas veces la misma frase : "confía en ti mismo para que los demás puedan confiar en ti" y no hace más que eco en mi cabeza. No la codifico, no la proceso, no la entiendo, no la practico.

Es casi como una religión hablar de confianza, en especial cuando dictas cátedras sobre ella, pero cuando eres adolescente y vives el comienzo del desarrollo tanto personal como social, no quieres más que dejar de hablar de ello.

No te respetas, no te quieres a ti mismo, no crees en ti ni menos en tus capacidades. Terminas el colegio, miras hacia adelante y ves una inmensa institución llamada Universidad, a la que le temes, pero a la vez, quieres entrar para ser parte de "eso", la adultez. Ser un intelectual, como tus padres, ser alguien.

Pero te cuestionas mil y una vez si realmente estas capacitado para poder entrar, y le das muchas vueltas al asunto de confiar en ti mismo, y que en el fondo esa es la clave para poder surgir, pero ni tu mismo te lo crees.
¿De qué sirve decirlo, si realmente no lo crees? ¿Mejor callar, ya que no lo crees? o ¿Decirlo de todas maneras hasta que termines por creerlo?

Ese ha sido mi mayor conflicto hasta el momento en mi vida. Confiar en mi misma, decirme que realmente puedo, aceptar un proyecto y sentir el respaldo de mi mismo conocimiento, confiar en él y dejarme llevar.
E inevitablemente eso repercute en mis relaciones con mi entorno. Como no se confiar ni en mi misma, me cuesta mucho depositar esa confianza no adquirida en esa persona que realmente se lo merece, y que no existen motivos para no confiar en ella.

Siempre existe el espacio de la duda. Pero creo que ustedes saben a que me refiero. ¿Por qué es tan difícil dejarse llevar? ¿Acaso es mayor el miedo que tenemos a caernos y no poder levantarnos, que la fuerza para seguir adelante confiando en que el universo siempre dispondrá de todo lo que necesitemos para levantarnos?